jueves, 3 de marzo de 2011

Rutinas

Cosas rutinarias y cosas
tales como el infanticidio de un chicle
y millones y millones de bocas
que cuelgan del entreabierto de una ventana
que da:
a un afuera inmediato,
a una calle del mundo,
al ruido bello,
al bello trato que se dan las ruedas de la bicicleta,
al niño que desconcertado cae y desconcertado llora.
Y llora por su violentada boca, provocando la simpática llantina de la pena de las bocas mal-colgadas, suspendidas a millones, tristes...
El ambiente se percibe,
la emulación es completa.
Hay otro millón de ojos
que mil lágrimas descuelgan;
y así, cayéndose todo,
se apagan todas las velas.
Hay una esquina que dice:
“Socorro, la luz no llega”
y hay un mundo que permite
la sombra y la mil manera.
Todo impulsa hacia el oscuro, todo se vuelve una hora, una noche, una y sola.
Aquel niño, tal vez mudo,
aquel niño ya no llora.
Las bocas no dicen nada...
Los ojos sueñan...
La tarde se hace la noche...
ya te marchas, no te quedas,
y no comes, y no cenas.
Las bocas siguen tan mudas...
Los ojos sueñan que sueñan...
Y mientras todo es de noche,
la muerte pasa y, lo siento,
la muerte pasa y se queda,
la muerte pasa y, perdonen,
la muerte deja la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario